“Muchas veces es imposible apreciar la exquisitez de la música que una verdadera banda podría ofrecer, simplemente porque no es una banda, son cinco, seis o más solistas que coincidieron en tocar juntos y en su léxico musical no existe el término SILENCIO.”
Elber Montiel
Productor Musical
“Los silencios en la música”
Quizás todos hemos vivido la desesperante experiencia de participar en una “conversación” en la que sólo una persona tiene la palabra. O peor aún, presenciar un debate en el que todos o varias personas quieren hablar al mismo tiempo, donde nadie quiere ceder o tolerar la espera de su turno.
Bien dijo el apóstol Santiago, cuán difícil es dominar un miembro tan pequeño como la lengua. El proverbista Salomón en muchas citas hace el contraste entre el sabio que calla lo que sabe y el necio que habla aún de lo que no conoce.
Si conceptualizamos la palabra “Lengua”, podríamos decir que es la herramienta o mecanismo que usamos para comunicarnos, expresarnos o hacernos sentir ante la sociedad, bien sea de forma verbal, escrita, con sonidos o con señas, es decir, un lenguaje.
La biblia nos dice que debemos ser prontos para oír (en silencio) y tardos para hablar. La prudencia y la sabiduría siempre estarán asociadas con el silencio.
Está más que comprobado que la música es el lenguaje universal, y, como todo lenguaje, está compuesto de elementos gramaticales que se usan para leerla y escribirla. Utilizamos símbolos que nos indican cuando hacer un determinado sonido, acentuar, pausar, acelerar, desacelerar, tocar más fuerte, más suave y callar (Silencio).
Retomando el encabezado de esta nota y contextualizándonos en la música, podríamos asegurar sin duda alguna que: Quizás todos hemos vivido la desesperante experiencia de escuchar un recital o concierto en el que un solo músico quiere arbitrariamente sobresalir, o peor aún, cuando todos quieren mostrar “lo suyo” al mismo tiempo.
Muchas veces es imposible apreciar la exquisitez de la música que una verdadera banda podría ofrecer, simplemente porque no es una banda, son cinco, seis o más solistas que coincidieron en tocar juntos y en su léxico musical no existe el término SILENCIO.
En el año 2008 Dios me dio la grata oportunidad de participar en el Coro Sinfónico Nacional de Costa Rica. Esta fue una experiencia inolvidable por muchas cosas aprendidas, pero hay una escena que recuerdo como una reliquia para enmarcar: Entre casi cien personas del coro y decenas de músicos de la orquesta, allá al fondo, en la parte más atrás— allí estaba detrás de los tres o cuatro tambores grandes, el de los timbales sinfónicos.
Le puse el ojo atentamente y me di cuenta que en la mayoría de la obra musical no se escuchó, solo aprecié un par de redobles y algún efecto percusivo. En un receso me acerqué disimuladamente y de reojo me fijé que la mayoría de los símbolos en su partitura eran SILENCIOS!… ¡WOW! … ¿Ocho años estudiando música para eso? … fue mi reacción inmediata. Después de un tiempo y varios ensayos noté que varios de los otros músicos acudían a él en los recesos para hacerle consultas y salir de dudas respecto a la obra musical.
Me di cuenta que el de los timbales era uno de los músicos líderes más respetados de la orquesta.
A pesar del enfoque que debería tener nuestra participación en la adoración a Dios a través de la música, tal parece que aún estamos lejos de caminar en la dirección correcta, al menos con nuestra actitud es lo que reflejamos.
Debo confesar que muchas veces, en medio de la adoración cuando escucho el desesperante sonido de un músico que se la pasa en toda la canción haciendo un “Solo” con su instrumento y se nota el desespero intenso por sobresalir, no me faltan las ganas de salir corriendo y gritarle al oído la célebre frase: “¿POR QUÉ NO TE CALLAS?”
¡Cuánto nos cuesta entender que Dios no depende de nuestro egocéntrico protagonismo para mostrar su Gloria mientras adoramos! … bien dice un pasaje bíblico: “De la boca de los niños y de los que maman perfeccionaste la alabanza”… ojalá podamos siempre adorar a Dios con la sencillez y pureza de un niño, hasta en lo musical se reflejaría.
¿Por qué es tan difícil para nosotros los músicos respetar las líneas que hay que dejar en silencio? ¿Es acaso eso algún pecado?
¿Por qué a algunos cantantes hasta les da pánico quedarse callados aunque sea por un momento? Aclaro, es totalmente entendible que a veces es necesario guiar a la congregación a adorar a Dios, pero a veces también es necesario dejar fluir en silencio lo que Dios quiere hacer. Por otro lado, los instrumentos (bien ejecutados) también hacen lo suyo en la adoración, y esto es bíblico, nada más echemos un vistazo a David cuando tocaba el arpa y Saúl era ministrado.
Ahora, por qué no dejar un espacio de silencio (literalmente, sin música de fondo) para que la congregación adore a Dios en sus propias palabras. Sería interesante apagar los micrófonos y unirse al clamor de la congregación a una voz y al mismo nivel. Los que han experimentado esto, saben lo especial que se aprecia, los oídos se relajan, el ambiente se refresca y de seguro lo que viene será algo bien exquisito para disfrutar en la presencia de Dios.
Dios nos ayude a entender nuestro verdadero rol como adoradores, que aún en la música podamos entender qué es ser sabio y qué es ser necio. A ver más allá de lo que nuestro ego nos permite, que somos un equipo y que debemos actuar en armonía. A tocar o cantar cuando deba hacerlo pero también callar cuando sea necesario.
Por:
Elber Montiel